La fe es un hecho: Arrested Development, primera temporada
Tras acabar de ver la primera temporada de Arrested Development a uno le surgen múltiples reflexiones sobre lo que uno acaba de ver en la pantalla. Sorprende la maestría con la que los creadores de la serie se sirven del formato de mockumentary o falso documental para presentar la vida de una familia disfuncional - algo por otro lado nada nuevo en la televisión (Los Simpsons, Matrimonio con Hijos, o Malcolm) - en el peor momento de su vida, en plena investigación policial y judicial por una serie de fraudes de origen urbanístico. No hay risa en off, pero si se reproducen todos los tics de los malos documentales y reality shows, buscando claramente acentuar el elemento cómico de la serie: la música cutre de tensión en los momentos dramáticos de la serie, en algunos capítulo hasta mal colocada, las imágenes entrecortadas, y el uso de documentación antigua, para corroborar la versión de los personajes (en el último capítulo de esta primera temporada se logra la sublimación de este recurso con el uso de la pantalla en blanco el momento en el que mienten, con el subtítulo de "footage not found"). Pero es sin duda el uso del avance del próximo capítulo como una parte más de la narración de las desventuras de la familia Bluth uno de los mejores recursos cómicos de la serie, los momentos más surrealistas de la misma aparecen en esta parte. Lo expuesto en el avance no tiene por qué aparecer en el siguiente capítulo, como el grupo de canto a capella de hard-homos de Tobias, la segunda expulsión de GOB de la alianza de magos, o como Buster avanza del salón a la cocina.
Asimismo sorprende la complejidad del guión, donde nada parece dicho ni hecho a la ligera, cualquier cosa puede ser utilizada futuros capítulos y tramas, desde la extraña patología que sufre Tobías, nunca puede estar completamente desnudo, a la aparición de Carl Weathers, los Hot-Cops amigos de GOB, o Saddam Hussein. Los personajes son un cúmulo de complejos y defectos provocados por su vida en familia, que los hace socialmente ineptos. Y esa es una de las principales paradojas de la serie, los personajes son todos una panda de egoístas, son el arquetipo de los free riders de los que habla Rawls, su única preocupación son ellos mismos, y se sirven de los demás para lograr sus objetivos. Por ese motivo dependen de la familia. Sin nadie a quien sangrar estos seres no podrían existir y por este mismo motivo se ven forzados a permanecer unidos. Los personajes, la familia Bluth y alrededores, no dejan de ser una crítica a los nuevos ricos de EE.UU. Son el reverso oscuro e hilarante de O.C. Son los exponentes de la Marbella yanqui. Con los caprichos estúpidos, como querer ser mago profesional, o actor, la ostentación y las apariencias (Lucille, la madre del clan, hace girar toda su vida en torno a esto, Lindsay y defensa de las más estúpidas causas), la completa inutilidad social, que se intentan enmascarar tras multitud de títulos y actividades (Buster), y el miedo a ser responsable de sus actos, expresado en los múltiples intentos de fuga del padre, o en toda la actuación de Barry el abogado de la familia.
Pero no nos llevemos a engaño, los Bluth no son el lado oscuro y cómico de una sociedad americana que reacciona ante ellos y los rechaza. La sociedad en la que los Bluth se mueven está igual de podrida y es igual de ridícula que la familia. Los federales son igual de chapuzas que los sujetos a los que investigan como se ve en los registros domiciliarios o la investigación de incógnito. La justicia, encarnada en Julia Louis-Dreyfus es igual de mentirosa, que no duda en engañar de la forma más vil para lograr sus objetivos. Los empleados, cuando no son meros esclavos de la familia (Lupe), son un rebaño de ovejas sin cerebro y serviles. Nadie está a salvo, desde la industria farmacéutica, con la banda de la familia Fünke vendiendo los productos con tonadas de folk, la profesión médica, a las instituciones penitenciarias, todos son vistos desde un prisma cómico y ridículo.
Por último destaca también el uso y el reciclaje de que hace de determinados iconos culturales e históricos, reconvirtiéndolos, cuando es necesario, en una manifestación más de la cultura pop. Que The Final Countdown sea la canción con la que GOB presenta su espectáculo de magia no deja de llamar la atención por lo manida de la elección, como manidos son los trucos de magia que emplea. O que el hijo de Michael Bluth se llame George Michael es otra de estas referencias a la parte más rancia y hortera de los 80. Sin olvidar los conjuntos musicales familiares, los telepredicadores, o los videos de Girls Gone Wild, o al aparición estelar de Liza Minelli. Todo para dotar a la serie de un iconografía única, que se ve culminada con la conversión, de Saddam Hussein en un icono pop más. Que uno de los dictadores más sanguinarios de los últimos años sea una de las piezas clave de la serie, es una gran idea, ya que el mismo se transforma en una parte más de la imagen de la serie, sobre todo en el mural de George Michael para la clase de ética, titulado Who loves Saddam?, con un corazón formado por fotos del dictador en cuestión, incluso en bañador.
De las últimas series parecidas, Arrested Development es uno de los más firmes intentos para volver a llevar la comedia televisiva un paso más allá de lo que ya había ido con los Simpsons, o Seinfeld. Hoy comienzo a visionar la segunda temporada que espero sea igual o mejor que la primera, si bien es cierto que ya no tendrá el factor sorpresa de la primera.
2 comentarios:
Perdón por mi ignorancia, pero ¿arrested development no era un grupo de música?, ¿o es las dos cosas?...
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Agur
javi
Es ambas cosas. Por cierto su entrad sobre muelle es muy buena, estoy pensando en algo que comentarle en ella aprate de felicitarle por la misma
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